En 2020 nos ha dejado muchos momentos y nos ha tomado muchos otros. Este año hemos desaprendido para volver a aprender a echar de menos, a vivir con la melancolía, a abrazar a la incertidumbre y a respirar con miedo.
También hemos aprendido el verdadero significado del valor del tiempo de calidad, de los abrazos cálidas y los besos sin filtros.
Hemos visto como nuestra fuerza, nuestra energía y nuestra valentía se han hecho más poderosas. Hoy, miro en 2020 y me doy cuenta de la importancia de hacer balance del año que mañana dejaremos atrás para poder abrir bien los ojos y los brazos y prepararnos para todo lo que nos depara el año nuevo.
Quiero agradecer el aprendizaje emocional que en 2020 me ha dado. El descubrimiento de mis capacidades de marearme en la montaña rusa pasando de la risa nervioso, al llanto y a la carcajada. De ser inflexible en ocasiones y en otros cerrar los ojos y dejarme fluir.
Empezamos el 2020 como orugas que estuvieron en sus crisalidas durante mucho tiempo. Mi deseo por 2021 es resurgir como las mariposas que somos cada una de nosotras. Que no nos corten las alas, que no cierren nuestros deseos, que podamos volar hacia donde nuestro espíritu decida. Que fluimos y que nos ayudemos del viento para llegar a nuestro destino.
Y tú, ¿qué aprendizaje te llevas de este 2020?
Ariadna.